Cada 15 de mayo en México se celebra el día del maestro. Recuerdo con añoranza las diferentes formas de recordar la importante influencia de que los maestros tienen en la sociedad. Ese día sirve para festejar y valorar la complicada, y a la vez altamente gratificante, labor docente. Ser maestro implica una gran responsabilidad y privilegio. Ser un buen maestro implica un llamado a invertir en la vida de los alumnos. Ser un excelente maestro implica dar lo mejor de uno mismo por el bien de los alumnos.
Parker Palmer escribió en The Courage to Teach (El valor para enseñar), un libro que se ha convertido en un clásico de educación, que los maestros enseñan con sus vidas; enseñan quienes son. La enseñanza no se basa únicamente en el contenido. Las lecciones y actividades si bien son esenciales en la educación, no constituyen la parte primordial de la enseñanza. Los maestros enseñan con su conducta mucho más que son sus palabras.
Jesús estableció claramente que la meta del maestro es reproducirse en sus alumnos. Lucas 6:40 describe este principio esencial en la educación cristiana: “El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro”. Todos los cristianos tenemos como objetivo ser cada día más como Jesús y los maestros cristianos buscan ayudar a sus alumnos en este proceso de transformación. Por lo tanto, uno no puede dar lo que no tiene y para ayudar a los seguidores de Jesús uno tiene que serlo primero.
El maestro enseña con su vida. De hecho, aunque no lo digamos explícitamente, a cada momento exclamamos al igual que el apóstol Pablo “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. Es por esta precisa razón que se necesita valentía para ser maestro y un llamado especial para ser un maestro cristiano. La conducta de los maestros enseña tanto o más que sus palabras. La realidad es que no debería existir una contradicción entre ambas.
El libro de Hebreos resume claramente el porqué se necesita integridad y valor para enseñar: “Acordaos de vuestros pastores (maestros), que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”.