La compasión debe ser sentimiento esencial de aquellos que se dicen seguidores de Jesucristo. La palabra compasión significa “sufrir juntos” y es un sentimiento que se manifiesta al percibir y comprender el sufrimiento de los demás y, por lo tanto, produce el deseo de aliviar, reducir o eliminar este sufrimiento. Al ver las noticias, caminar por las calles o simplemente al conversar con personas a nuestro alrededor es fácil darse cuenta que muchas personas están sufriendo por diferentes circunstancias. La tendencia natural y tristemente común incluso en muchos de aquellos que se dicen cristianos es juzgar a los demás y asumir que sus circunstancias negativas son consecuencia de sus malas decisiones. Es fácil amar a los que nos aman y preocuparnos por aquellos que son cercanos a nosotros, pero una marca central de Jesús y sus seguidores debe ser amar y tener compasión por todos sin importar quienes son o qué han hecho.
Sé que las afirmaciones anteriores pueden sonar fuertes por lo que es importante dar el sustento a mis palabras. La Biblia afirma claramente que el Dios del universo es compasivo y misericordioso (Isaías 54:8; Santiago 5.11). Nuestro Señor Jesucristo tuvo compasión por las personas a su alrededor (Mateo 9:36; 14:14; 15:32; Marcos 6:34; 8:2). Por lo tanto, como cristianos todos tenemos un llamado a ser compasivos con los demás (1 Pedro 3:8). Así que, la compasión es una marca central de los creyentes y una prueba inequívoca que muestra que realmente amamos a Dios y a nuestro prójimo.
El ambiente a nuestro alrededor es de confrontación y contienda por diversos temas sociales como migración, raza, posturas políticas y situación económica. Nuestra sociedad está dividida en estos y otros temas que nos llevan a diferenciar entre “nosotros” y los “demás”. En este ambiente de posturas divergentes lo natural es criticar a los otros y anticipar y celebrar su desdicha. Quizá usted como yo ya está cansado de vivir en este clima hostil que las redes sociales han magnificado grandemente. Muchos han perdido amigos y muchas relaciones familiares se han fracturado en los últimos meses como consecuencia del contexto social en el que vivimos.
Lo que no deja de sorprenderme y lo que motivó este pequeño artículo es encontrarme con frecuencia con posturas radicales y sin compasión de muchas personas que conozco y que sé son cristianos. Ver o leer su falta de compasión por los demás me rompe el corazón, pero también me ha hecho reflexionar sobre mis propias actitudes hacia aquellos que no piensan igual que yo. ¿Veo a los demás con los ojos de Jesús? ¿Amo a mi prójimo como a mí mismo? Si solamente amo a los que me aman o piensan igual a mí, entonces soy como cualquiera, pero no me comporto como un verdadero seguidor de Cristo (Mateo 5: 43-48).
Ser compasivo no significa estar de acuerdo o aprobar las decisiones de los demás. Evidentemente no todas las posturas son correctas y en ocasiones uno debe ser firme al defender los valores esenciales de los seres humanos. Pero lo que sí es claro es que nuestras palabras y actitudes deben ser hechas con gracia y nuestra actitud hacia los demás debe ser llena de compasión. Cuando nos ponemos en los zapatos de los demás podemos soportar sus cargas y así realmente cumplir la ley de Cristo (Gálatas 6:2).