El servicio a los demás es la característica esencial del liderazgo de acuerdo a los estándares divinos. De hecho, el líder cristiano debería ser el siervo de los siervos de Dios (servus servorem Dei en latín). Todos somos llamados a servir a nuestro prójimo, pero aquellos que tienen el privilegio de ser líderes tienen la obligación de recordar que su liderazgo es un ministerio a otros y que existen por el bien de los demás y no por el suyo propio. Un líder cristiano que no sirve a otros, no sirve para ser líder.
Es obvio que comúnmente no se relaciona al servicio con el liderazgo. Es más, muchos consideran que un líder es aquel al que la gente le sirve y no al revés. Esta percepción es global y ha existido a lo largo de la historia en cualquier cultura. Jesús mismo lo reconoció al afirmar “Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad” (Marcos 10:42). Muchos aspiran a posiciones de influencia para ser servidos. El poder que da el ser líder es bastante atractivo como bien lo refleja la siguiente frase popular “es importante ser agradable, pero es más agradable ser importante”. Para la mayoría, un buen líder es aquel que tiene influencia sobre otros y que logra que lo sigan y obedezcan.
Sin embargo, Jesús fue enfático al contrastar la percepción popular con su nuevo estándar de liderazgo: “Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos.Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:43-45). Jesús nos dio el ejemplo máximo de servicio al dar su vida por nosotros y aquellos que lo seguimos debemos imitarlo. Los líderes cristianos, por lo tanto, son siervos no dictadores y mayordomos de los dones de los demás. De acuerdo a Jesús, entre más poder e influencia uno obtiene, más se incrementa su obligación de servir. No hay otra opción y no existe otra alternativa para aquellos que se llamen cristianos o seguidores de Cristo.
Tristemente en contraste con las indicaciones bastante claras de Jesús, el orgullo y la pedantería son muy comunes entre muchos denominados líderes cristianos. En estos días se celebra la reunión anual de la Convención Bautista de Sur. Es un tiempo de gozo y alegría pero también es una oportunidad para la reflexión profunda acerca de lo que significa seguir a Cristo. Es un secreto a voces que en la actualidad hay muchos líderes en diferentes niveles de la denominación y entidades como seminarios, asociaciones o iglesias que tienen el orgullo como una característica esencial de su liderazgo y que sería muy difícil unir la palabra servicio a su personalidad. Es tan fácil caer en la tentación de la búsqueda del poder guiados por el orgullo y olvidarnos de nuestro verdadero llamado a servir. En los diferentes reportes de las entidades de la denominación, en la elección a diferentes puestos y posiciones de liderazgo y en nuestros propios ministerios debemos preguntarnos ¿cuánto desean servir ellos a otros y cuánto deseamos servir nosotros a los demás?
Me sorprende el tiempo que en ocasiones invertimos en planificar estrategias y diseñar programas, pero nos olvidamos de lo esencial y básico. Evidentemente no estoy en contra de los programas y estrategias ya que son necesarios y parte vital de nuestro ministerio. Sin embargo, deseo hacer un llamado a la humildad y a la obediencia a nuestro Señor que después de lavarles los pies a sus discípulos les dijo, y nos dice a nosotros también, “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes” (Juan 13:13-15). Jesús es nuestro Maestro y Señor y no tenemos otra alternativa sino obedecer sus palabras e imitar su ejemplo. Nos necesitamos unos a otros para motivarnos al amor y las buenas obras y para servirnos unos a otros. ¡Cuánto anhelo ser y seguir a auténticos líderes cristianos!