“Bueno, pero Dios sigue estando en su trono” es una frase que he escuchado bastante veces en los últimos días. Los que la pronuncian generalmente lo hacen con un tono de resignación al ver que las cosas no se han dado como inicialmente esperaban. Me da la impresión que recuerdan que Dios está en control de las circunstancias solamente como un premio de consolación al ver que su candidato perdió las elecciones o enfrentan otras decepciones en la vida. Tristemente en estos casos, estas personas se olvidan que nuestro Dios siempre es victorioso, siempre está en control y que nada ni nadie obstruye su soberanía sobre todo. Dios no debería ser el premio de consolación de los perdedores sino el premio mayor de todos los días sin importar lo que esté sucediendo a nuestro alrededor.
El Dios soberano creador del universo no solamente siempre está en control a pesar de nuestras circunstancias sino que es personal y tiene cuidado de nosotros. La Biblia nos revela a un Dios que siempre se preocupa por nosotros y, por lo tanto, es nuestro único y fiel refugio en todo momento. Esta realidad debería estar presente en nuestras vidas y actitudes a cada instante y debería ser nuestra primera respuesta y no la última después de haber fracasado en nuestros propios intentos y deseos.
Dios es poderoso y nos protege siempre. El es nuestra verdadera confianza en todo momento. Por lo tanto, siempre podemos descansar en El. El salmo 121 nos recuerda la majestad del Dios que se preocupa por nosotros. Este salmo forma parte de un conjunto conocidos como salmos de ascensión (120-134) porque muy probablemente se entonaban cuando los peregrinos ascendían a Jerusalén para asistir a las grandes fiestas religiosas. A través de su peregrinar por caminos peligrosos nos recuerdan que Dios es verdaderamente nuestro fiel y constante refugio.
El salmo en los dos primeros dos versículos establece el contexto y la respuesta a la fuente de nuestra confianza y en los siguientes versículos aplica esta verdad a nuestras diferentes circunstancias. La pregunta inicial era muy relevante en ese contexto social y cultural: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?” Los montes en ese tiempo eran un símbolo de protección y seguridad. Por esta razón muchos pueblos buscaban construir sus casas y lugares de refugio en lo alto de las montañas. ¿Qué o quién es lo que nos puede dar la tranquilidad y ayuda en tiempos de dificultad? La respuesta es clara y contundente: “Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra”. Dios es la única fuente de protección real porque El es el creador del universo. Dios siempre tiene el control de toda su creación. No hay monte más seguro que Dios. No hay nadie más en quien confiar.
El resto del salmo enfatiza que Dios no solamente es poderoso por ser el creador sino que es personal y nos protege en todo momento.
No dará tu pie al resbaladero,
Ni se dormirá el que te guarda.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
Jehová es tu guardador;
Jehová es tu sombra a tu mano derecha.
El sol no te fatigará de día,
Ni la luna de noche.
Jehová te guardará de todo mal;
El guardará tu alma.
Jehová guardará tu salida y tu entrada
Desde ahora y para siempre.
La palabra “guardar” se repite seis veces a lo largo de estos versículos. Dios promete su protección en todo momento y en todas las situaciones. No solamente en el peregrinar sino a lo largo de toda la vida. Dios no se duerme o se le pasan las cosas. Dios cuida a su pueblo y es una fuente de descanso en medio del sol abrasador y también durante la fría noche. Dios nos protege por siempre. ¡Le importamos a Dios y podemos descansar en El!
No importa lo difícil de nuestra situación. Dios es bueno y nuestro pronto y seguro refugio. Es importante recordar esta verdad siempre y no solamente cuando tenemos problemas o decepciones. El saber que Dios está en control no es un sentimiento de resignación sino de paz y tranquilidad ya sea que estemos en un arrollo tranquilo o en medio de una tormenta.