El secreto de la vida cristiana es sencillo. Jesús quiere darnos vida y para obtenerla tenemos que morir. Estas ideas aparentemente contradictorias e irreconciliables constituyen una paradoja. Esta palabra viene del griego parádoxa y significa algo contrario a la opinión común. La plenitud de la vida de acuerdo al cristianismo es totalmente diferente a lo que la sociedad proclama.
Jesucristo hizo una afirmación asombrosa en Juan 10:10: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Jesús resume el propósito que tiene para los seres humanos en esta frase. Él vino para darnos vida, pero no solamente vida, sino una vida plena y llena de satisfacción; es decir, abundante.
Contrario a lo algunas personas piensan, el cristianismo proclama una vida placentera y feliz. Los seguidores de Jesús pueden disfrutar plenamente de la vida. El cristianismo es mucho más que ser rescatados de la condenación del pecado para poder pasar la eternidad con el Creador. El ser cristiano es un estilo de vida. Con frecuencia escucho que muchas personas desean mejorar su calidad de vida. Jesús nos promete la mejor calidad de vida que se pueda obtener.
A través de la vida que Cristo nos ofrece, los cristianos podemos deleitarnos con los placeres de la vida cotidiana. El amanecer, el respirar y abrir los ojos para contemplar que estamos vivos y tenemos un propósito para todo lo que hacemos. En Jesús, podemos disfrutar de nuestro trabajo, de nuestras relaciones familiares e interpersonales. Nuestros pasatiempos y descansos encuentran el placer de la vida que Jesús nos da. La plenitud de nuestra existencia está basada en Jesús ya que Él está interesado en todo lo que somos y hacemos y desea que seamos felices en todo.
Sin embargo, para poder disfrutar de la vida abundante que Jesús ofrece es necesario perder nuestros derechos, nuestros sueños, nuestra vida. Jesús afirmó en Mateo 10:39: “El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”. Jesús afirma que para poder deleitarnos en la vida, necesitamos ceder nuestros derechos y buscarlo a Él.
Si usted va a una librería y busca libros sobre cómo vivir mejor, lo más seguro es que los encuentre en la sección de “superación personal” o “autoayuda”. La sociedad enseña que el gozo de la vida se encuentra en nosotros mismos. Por lo tanto, cuando hacemos lo que nos gusta encontramos la felicidad. El cristianismo es totalmente diferente a estas ideas. Cuando hacemos lo que queremos, somos infelices y cuando hacemos lo que Jesús quiere, entonces sí podemos ser completamente felices.
En el versículo anterior (Mateo 10:38), Jesús declara que para poder ser digno de Él imprescindible seguirlo a toda costa y estar dispuesto a tomar nuestra cruz. La cruz era un símbolo público de sacrificio total. Para seguir a Cristo debemos morir a nuestras aspiraciones personales para buscar solamente las de Él.
La paradoja del cristianismo está en que cuando morimos encontramos vida. Cuando dejamos de hacer nuestra voluntad para hacer la de Cristo nos realizamos plenamente. Cuando obedecemos lo que Jesús ordena somos verdaderamente libres para vivir.
Jesús demanda todo de nosotros si queremos ser sus seguidores. Sin embargo, Jesús no desea quitarnos nuestros derechos sólo por un deseo caprichoso sino porque únicamente de esta manera podemos vivir plenamente. Jesús desea nuestro placer y que vivamos con abundancia. La decisión es nuestra. ¿Qué prefiere usted?