Un dicho popular en México y otros países dice que “cada quien habla según le fue en la fiesta”. Es decir, la opinión de las personas sobre un acontecimiento cambia de acuerdo a su experiencia. Nuestra perspectiva determina la manera en la que valoramos o apreciamos lo que sucede a nuestro alrededor. La manera en la que vemos e interpretamos nuestras circunstancias se relaciona directamente con la satisfacción que tenemos de nuestras vidas.
Sin embargo, el Dr. Robert Emmons, profesor de la Universidad de California, Davis, ha comprobado empíricamente lo que todos sabemos por nuestra experiencia. Tenemos la tendencia a enfocarnos en las cosas negativas con mucha más facilidad que en las positivas. De hecho, de manera natural y sin mucho esfuerzo de nuestra parte, podemos notar los errores tantos de nosotros como de los demás. Esta tendencia hace que con frecuencia vivamos insatisfechos con nuestras vidas y que deseemos ser y tener algo más. El Dr. Emmons demostró que, debido a esta tendencia negativa, necesitamos hacer un esfuerzo para enfocarnos en todos los aspectos positivos que hacemos a un lado. El antídoto contra la negatividad es la gratitud. Una actitud de gratitud realmente nos ayuda a tener una mejor calidad de vida y mejora significativamente nuestra salud en todos los sentidos. Por esto, es muy importante tener un diario de gratitud en el que constantemente reflexionemos sobre todo lo bueno que tenemos.
La Biblia nos recuerda que debemos “orar sin cesar” y “dar gracias en todo” (1 Tes. 5:17-18). Estas dos actividades van juntas porque reconocemos que “toda buena dadiva y todo don perfecto proviene de lo alto (Sant. 1:17). No tenemos nada que no hayamos recibido por la gracia divina. Así que, debemos intencionalmente reconocer todo lo bueno que tenemos y darle gracias a Dios por ello. Las palabras gracia y gracias van siempre unidas y juntas nos ayudan a cambiar nuestra perspectiva de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Una persona agradecida no es aquella que ingenuamente llama bueno a lo malo sino aquella que rescata lo bueno sobre todo lo demás.
El gran escritor ruso León Tolstoi (1828-1910) escribió un excelente cuento llamado El zar y la camisa. Tolstoi era cristiano y en esta historia nos demuestra lo importante del agradecimiento a pesar de nuestras circunstancias:
Un zar, hallándose enfermo, dijo:
–¡Daré la mitad de mi reino a quien me cure!
Entonces todos los sabios se reunieron y celebraron una junta para curar al zar, mas no encontraron medio alguno.
Uno de ellos, sin embargo, declaró que era posible curar al zar.
–Si sobre la tierra se encuentra un hombre feliz –dijo–, quítesele la camisa y que se la ponga el zar, con lo que éste será curado.
El zar hizo buscar en su reino a un hombre feliz. Los enviados del soberano se esparcieron por todo el reino, mas no pudieron descubrir a un hombre feliz. No encontraron un hombre contento con su suerte.
El uno era rico, pero estaba enfermo; el otro gozaba de salud, pero era pobre; aquél, rico y sano, quejábase de su mujer; éste de sus hijos; todos deseaban algo.
Cierta noche, muy tarde, el hijo del zar, al pasar frente a una pobre choza, oyó que alguien exclamaba:
–Gracias a Dios he trabajado y he comido bien. ¿Qué me falta?
El hijo del zar sintióse lleno de alegría; inmediatamente mandó que le llevaran la camisa de aquel hombre, a quien en cambio había de darse cuánto dinero exigiera.
Los enviados presentáronse a toda prisa en la casa de aquel hombre para quitarle la camisa; pero el hombre feliz era tan pobre que no tenía camisa.
En esta semana de Acción de Gracias y en las próximas semanas que se vuelven tan llenas de actividades lo invito a que aparte unos minutos cada día para agradecer todo lo bueno que tenemos. Por cada sentimiento o perspectiva negativa, intente buscar por lo menos una o dos cosas positivas y dé gracias a Dios por ellas. Estoy convencido que su perspectiva de la vida cambiará y todos a su alrededor lo notarán y acudirán a su llamado, aunque sea silencioso, de “Vengan ustedes, temerosos de Dios, escuchen, que voy a contarles todo lo que él ha hecho por mí” (Salmo 66:16).
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