El ex monje Jerónimo, Antonio del Corro, fue uno de los reformadores más importantes e influyentes de España y de toda Europa y continua siendo un gran ejemplo para todos los cristianos de servico a Dios a pesar de las dificultades. De una manera especial, del Corro alienta a los inmigrates, exiliados y refugiados con su testimonio de perserverancia y fidelidad al Señor en tierras lejanas. Antonio del Corro nació en Sevilla, España en 1527 y murió en Londres, Inglaterra en 1591. Antonio del Corro fue un excelente teólogo, biblista, pastor, profesor y un ardiente defensor de la libertad de consciencia. Junto con otros monjes del Monasterio de San Isidoro del Campo, entre los que se encontraban Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, Antonio del Corro huyó en 1557 de la inquisición española debido a su nueva fe en Jesucristo. Después de deambular por varios países europeos en gran medida por el acoso de grupos protestantes que lo perseguían por no aceptar sus posturas doctrinales secundarias, Del Corro terminó viviendo en Inglaterra en donde fue pastor y censor teológico del colegio Christ Church, en Oxford.
En su Carta a los pastores luteranos de Amberes, escrita originalmente en francés en 1567, Antonio del Corro trató de mediar en la disputa entre luteranos y calvinistas respecto a diferencias doctrinales, especialmente en el significado de la Santa Cena. Del Corro deja claro el propósito de su carta de esta manera: “Hermanos míos, declaro que la intención de esta carta no es la de entrar en lid ni disputa con nadie, ni la de emplear los escritos para mantener los debates sino más bien deseo que esta pequeña admonición nos sirva a todos para olvidar las parcialidades y nos ponga en orden para la unidad del evangelio de Cristo”. Sin embargo, lastimosamente ninguno de los grupos quedó satisfecho con su postura conciliatoria y Antonio del Corro fue perseguido por ambos grupos a lo largo de su vida.
La carta a los pastores luteranos de Amberes es muy personal y en ella Antonio del Corro explica su filosofía de vida y ministerio en medio de tantas dificultades. Antonio del Corro tuvo que huir de su tierra natal y fue un inmigrante en varios países por el resto de su vida. Esta situación lo obligó a encontrar refugio en Jesucristo quien además de ser Señor era su ejemplo de inmigrante como lo explica de la siguiente manera:
“Si se nos llama extranjeros, hagamos memoria del que el padre celeste, que nos ha reconocido como hijos suyos, es quien domina el cielo y la tierra. Y que allí donde vayamos, estamos en el país de nuestro Padre, estamos en nuestra herencia, siguiendo lo que dice el Profeta en el salmo 37, que los justos habitarán en la tierra, y serán legítimos poseedores de ella. Consolémonos, que nuestra huida del país, la ausencia de la tierra de nuestro nacimiento, no ha sido para usurpar las posesiones, ni los señoríos de otro: sino solamente para ceder a las persecuciones. Tales huidas no son vergonzosas, sino honrosas, visto que somos compañeros de nuestro jefe y redentor, de Jesucristo, quien desde su infancia ha sido extranjero en el país de los Egipcios, huyendo de la persecución de Herodes (p. 89).
Antonio del Corro en su introducción al Comentario Dialogado de la carta a los Romanos fechada el 31 de mayo de 1574 también afirma que las dos consecuencias más difíciles que ha enfrentado como resultado de todas las disputas teológicas que lo habían acompañado toda su vida han sido el exilio de su patria y de su idioma. Su amor por su nación y por su lengua española fueron afectadas por el exilio de ambas. Del Corro explica si situación de esta manera:
“De esta fuente manó también otro apéndice de la cruz, molestísimo para mí, a saber, el cambio de idioma en la enseñanza, el cual soporté de forma bastante ecuánime, pero, por confesar la verdad, con un gran esfuerzo por mi parte, como suele decirse” (p. 98).
“Entretanto, la de lugar no fue para mí la menor porción de mis aflicciones como cambio de idioma. Pues pudiendo expresar de cualquier manera en lengua española las sensaciones de mi alma, soy obligado con demasiada frecuencia a dudar, a balbucir en la lengua de Roma y a traicionar mi infancia. Pero sin embargo, puesto que mi discurso sin pulir no es desagradable para vosotros que valoráis mas qué es lo que se dice que no con qué floreos se inflama, a mi tampoco me hastía ni avergüenza la función encomendada” (p. 99).
Antonio del Corro es un modelo para todos aquellos que son inmigrantes por diferentes circunstamcias. Su fe y compromiso con el Señor lo hicieron trasladarse por lejanas tierras y comunicarse en diferentes idiomas a su lengua materna. En 1567, más de dos siglos antes de la fundación de los Estados Unidos, Antonio Del Corro reconocía que la huída de Jesús y su familia a Egipto le servía de consuelo al reconocer que su Señor también fue un inmigrante en un país extraño. Antonio del Corro también fue un un educador magistral a pesar de enseñar y escribir en lenguas diferentes a la suya. Antonio del Corro nunca pudo regresar a España y no logró que sus escritos ministraran a los creyentes en ese país. Sin embargo, en la actualidad y a más de 400 años de de su vida y ministerio sus libros principales ya están disponibles en castellano y podemos aprender de él e imitar su ejemplo. Todos los cristianos tenemos en Antonio del Corro un modelo a seguir de fidelidad a Jesucristo quien realmente se identifica con nuestras diferentes circunstancias por más difíciles que están sean.
Del Corro, A. (2006). Carta a los pastores luteranos de Amberes. Obras de los reformadores españoles del siglo XVI. Sevilla, España: Editorial MAD.
Del Corro, A. (2010). Comentario dialogado a la Epístola a los Romanos. Obras de los reformadores españoles del siglo XVI. Sevilla, España: Editorial MAD.