Quizá usted al igual que yo ya está cansado de escuchar frases como “en estos tiempos difíciles”, “circunstancias sin precedentes”, o la que considero la peor de todas “la nueva normalidad”. Después de muchas semanas de confinamiento y de meses de luchar contra la pandemia mundial ocasionada por el COVID-19, he notado que el estado de ánimo de muchas personas ha ido decayendo cada vez más. Ya todos quisiéramos que esta pandemia quede como una pesadilla del pasado y de alguna manera volver a experimentar algo de la vida que teníamos y que no nos dábamos cuenta cuánto debíamos apreciar. El costo de pérdidas humanas, pero también económicas y emocionales es incalculable. Toda nuestra existencia ha sido trastornada y lo peor de todo es que la pandemia no solamente no ha terminado, sino que continúa expandiéndose cada vez más. Estamos cansados, pero estamos confirmando que el virus no respeta nuestros tiempos, no depende de posturas o deseos políticos y no hace acepción de personas.
En medio de estas circunstancias, también cada vez más aumenta la falta de solidaridad para ayudarnos mutuamente a salir de esta pandemia. También muchos políticos con sus deseos de regresar a la normalidad han hecho que algunas personas pierdan la confianza en las autoridades sanitarias y en la comunidad científica que buscar soluciones para el bienestar común. Por momentos parecería que la descripción del tiempo de los Jueces “cada quien hacía lo que bien le parecía” se repite a nuestro alrededor (Jueces 21:25). Sin embargo, los seguidores de Jesús no estamos a la deriva ni perdidos en la confusión de mensajes. Cristo es nuestro Señor y también quien nos ayuda a entender el mundo en el que vivimos y a representarlo con nuestras acciones.
Jesucristo es el Señor de nuestra salvación, pero también el Señor de la creación. Colosenses 1:14-20 es uno de los pasajes cristológicos más importantes de las Escrituras y nos muestra con claridad que Cristo es el Señor de todo el universo.
En quien [Cristo] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;
y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,
y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Evidentemente Cristo es el Señor de nuestra salvación y el fundamento de nuestra fe. Pero es igualmente importante resaltar que Cristo es también el Señor de toda la creación y que, por lo tanto, no debe haber contradicción entre nuestra fe (lo espiritual) y la creación (lo terrenal). Con base en esta idea magistralmente descrita en Colosenses, me gustaría compartir con usted dos principios fundamentales para enfrentar la situación que estamos viviendo y después sugerirle unas aplicaciones prácticas mientras esperamos pacientemente que la pandemia termine.
I. La ciencia es nuestra amiga y no contradice nuestra fe.
No existe ni debe existir un conflicto entre la ciencia y la fe cristiana. Jesucristo es el Señor de la creación y todo fue creado por Él y para Él. El COVID-19 es un nuevo virus y científicos de todo el mundo están tratando de descubrir su comportamiento y de buscar soluciones para mitigar sus efectos y de una vacuna para protegernos a todos. Por esta razón, es normal que cada día aprendamos más sobre el virus y que con el tiempo cambien las indicaciones de las autoridades sanitarias. Descubrir cómo funciona la creación, incluso las enfermedades ocasionas por la caída como en estás circunstancias, es realmente un acto de adoración porque es una forma de conocer más a Dios. Al descubrir cada vez más el mundo en el que vivimos, vemos las huellas divinas en toda la creación.
El señorío de Cristo es el fundamento de la creación y de la investigación científica. Por lo tanto, los cristianos debemos apoyar la ciencia y el aprendizaje humano. El historiador Mark Noll lo describió de esta manera en su libro Jesucristo y la vida de la mente (Jesus Christ and the Life of the Mind):
Si lo que afirmamos acerca de Jesucristo es cierto, entonces los evangélicos deberían estar entre los defensores más activos, más serios y de mentalidad más abierta del aprendizaje humano. La vacilación evangélica sobre la erudición en general o sobre la búsqueda del aprendizaje de todo corazón es, en otras palabras, antitética a la mente evangélica centrada en Cristo.
II. Jesús es nuestro Señor y no vivimos con lealtades divididas
En medio de las diferencias de opiniones y de agendas políticas, los cristianos no tenemos que estar a la deriva ni con lealtades divididas. Los líderes políticos y personas con influencia social con frecuencia toman decisiones basadas en sus propios intereses o influidos por presiones sociales o económicas. El señorío de Cristo nos guía a poner nuestra lealtad solamente en Cristo y sus valores. Los seres humanos, creados a la imagen de Dios, tienen mayor valor que cualquier agenda o intereses económicos. El teólogo Cornelius Plantinga en su excelente libro devocional Más allá de la duda (Beyond Doubt) describe nuestra relación con el gobierno y con Dios de la siguiente manera:
La iglesia cristiana obedece al estado, pero primero obedece a Dios. El estado es el instrumento de justicia y paz de Dios, pero como todo lo demás, necesita reforma. Por lo tanto, ofrecemos obediencia, pero no reverencia. Honramos al estado y también mantenemos un ojo en él. A veces honramos al estado al protestar por su maldad y al negarnos a ceder ante él. Después de todo, César es emperador, pero Cristo es el Señor, y los cristianos son personas que saben la diferencia.
Por lo tanto y con base en estos dos principios, deseo dejarlo con cuatro aplicaciones prácticas mientras seguimos afrontando esta pandemia con la esperanza de una pronta solución:
1. Necesitamos ser más humildes en nuestros juicios y en nuestras opiniones. Cada uno de nosotros pensamos que nuestras opiniones son correctas y olvidamos con frecuencia que Jesús es el único Señor y todos estamos en esta búsqueda de la verdad. Es muy fácil pensar que nuestras circunstancias definen la realidad de los demás y olvidamos que en esta pandemia mundial cada persona enfrenta esta situación de manera diferente. Por esto es imprescindible que escuchemos las voces de los demás y que tengamos empatía por nuestros semejantes. En medio de tantos mensajes contradictorios, busquemos que nuestras voces no añadan más desconcierto a nuestro alrededor.
2. Debemos escuchar y seguir las recomendaciones de los verdaderos expertos. Las autoridades sanitarias están haciendo todo lo posible para salvar vidas y guiarnos a tener un comportamiento adecuado que ayude a controlar la epidemia y todos podamos de alguna manera regresar a la mayoría de nuestras actividades cotidianas. Los científicos mundiales han concluido que por el momento las tres actividades más importantes para frenar la epidemia son lavarse las manos con frecuencia y evitar tocarse la cara; mantener una distancia de 1,5 a 2 metros con personas que no vivan en la misma casa; y usar cubre bocas cuando estemos fuera y sobre todo cuando no se pueda mantener la distancia con otras personas. Estas simples medidas no son tienen el propósito de restringir libertades sino de salvar vidas.
3. Debemos amarnos unos a otros de manera práctica y concreta. Al buscar el beneficio de los demás mostramos que en realidad somos discípulos de Jesús y seguimos su ejemplo. Hay muchas maneras de ayudar a otros en estos momentos de gran necesidad. Además de ofrecer nuestro apoyo económico y emocional a personas necesitadas, quizá la forma más simple de mostrar nuestro amor es usar un cubre bocas. Ya que trágicamente esta enfermedad hace que existan personas contagiadas, pero asintomáticas, el cubre bocas ayuda a no contagiar a otros sin que nos demos cuenta. El cubre bocas no necesariamente evita que nos contagiemos, pero sí ayuda a que no contagiemos a otras personas. ¿De qué otras maneras puede usted mostrar su amor a otros en estos momentos?
4. Debemos confiar en el Señor quien está siempre en control de todo. Es verdad que estamos cansados y preocupados por la situación mundial. Todos hemos perdido algo y algunos lo han hecho de maneras que no podemos ni imaginar. Jesús no está ausente y sigue estando en control del universo. En estos momentos podemos llevar nuestras cargas y preocupaciones al trono de Dios y al mismo tiempo confiar y descansar en el Señor. Nuestra fe no es ciega o imaginaria, sino que está centrada en el único y soberano Señor de la creación y de nuestra salvación.
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