“Tú nunca me dices que me amas,” una esposa triste se quejaba con su esposo; a lo que éste respondió: “yo te dije que te amaba el día en que nos casamos y no he cambiado de opinión, así que, no veo la razón de estarlo repitiendo”.
Nos podemos sonreír con la historia anterior. Sin embargo, estoy convencido de que muchos esposos no comprenden lo importante que es amar a sus esposas y cómo demostrarles ese amor. El romanticismo no es un asunto de mujeres sino que debería ser la prioridad de los maridos. En las Escrituras, Dios les ordena a los esposos que amen a sus esposas:
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Efesios 5:25-29).
El pasaje anterior en la carta a los Efesios, habla sobre el papel del hombre en el matrimonio. El hombre demuestra que es la cabeza del hogar al amar a su esposa. Es importante notar que la clase de amor que Dios les pide a los maridos va más allá de lo que la sociedad comúnmente entiende por “amor”. El amor que un esposo debe tener por su esposa presenta dos características únicas:
1. Es un amor sacrificado. Jesucristo amó a la iglesia al punto de dar su vida por ella. Jesús entregó su vida voluntariamente. La prueba máxima de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros aun cuando no lo merecíamos (Rom. 5:8). Jesucristo es el estándar del amor que los esposos necesitan tener por sus esposas. Yo debo estar dispuesto a morir por mi esposa y amarla como a mí mismo.
2. Es un amor santificado. El amor de un esposo debe ser puro. Los maridos deben amar exclusivamente a sus esposas y mantener la relación sin mancha. Nuevamente Jesucristo es el modelo de esta clase de amor. La relación entre Cristo y su iglesia nos muestra el nivel de santidad que la relación matrimonial debe tener.
Así mismo, los esposos debemos tratar a nuestras esposas con cariño y delicadeza. En 1 Pedro 3:7 encontramos un resumen de lo importante que es comportarnos adecuadamente con nuestras esposas: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a un vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”.
La relación entre esposos es un reflejo de su relación con Dios. De hecho, un marido no puede relacionarse correctamente con Dios si no ama y cuida a su esposa. Tristemente, en el ministerio cristiano se encuentran líderes que descuidan a sus esposas por estar sirviendo al Señor. Sin embargo, de acuerdo al pasaje anterior, es imposible servir adecuadamente a Dios si no honramos a nuestras esposas. La efectividad de nuestras oraciones se relaciona directamente con el amor que tenemos por nuestras esposas.
Ahora bien, ¿cómo mostrarle a su esposa que la ama? Aunque la pregunta pareciera compleja, la respuesta es simple, ¡pregúntele! Recuerde que su enfoque debe estar en su esposa y no en lo que la sociedad dicta. Cuando le pregunte a su esposa qué la hace sentir amada, escuche con atención y haga lo que ella dice. Su matrimonio y su relación con Dios se lo agradecerán.