¡Ánimo! Es una exclamación que todos necesitamos escuchar con frecuencia. A pesar de la presión popular que nos obliga a mostrar siempre nuestra mejor cara y a declarar que siempre estamos bien cuando alguien nos hace la tan común pregunta ¿cómo estás?, la realidad es que todos batallamos con diferentes circunstancias y siempre necesitamos que alguien nos muestre su apoyo y nos anime. Es importante que tengamos personas cercanas que nos alienten a seguir adelante. ¡Todos necesitamos a alguien en nuestro equipo!
Animar significa literalmente infundir el alma. Es estimular o dar vigor a una persona. Cuando mostramos empatía por las circunstancias que alguien está enfrentando o cuando le mostramos a una persona que sinceramente nos importa somos agentes de ánimo a los demás. No se requiere mucho esfuerzo para animar a otros, pero sí es necesario estar atentos y ser intencionales en nuestra actitud.
Las críticas abundan y quien nos señale nuestros errores y limitaciones sobran, pero quien nos anime y exhorte lamentablemente no es fácil de encontrar. En una de las clases doctorales que enseño estábamos hablando acerca de las responsabilidades y obligaciones de los profesores y cómo funciona el sistema de promoción en la universidades e instituciones de educación superior cristiana. Uno de los alumnos trabaja como pastor de jóvenes y el próximo semestre apenas va a enseñar su primera materia en una universidad cristiana. Cuando escuchó las constantes evaluaciones que los maestros reciben a lo largo de su carrera, este alumno sinceramente me preguntó: ¿y quién lo anima a usted? Su pregunta me puso a pensar que tristemente no son muchas las personas que me animan y que yo tiendo a ser igual a los demás. ¡Es tan fácil caminar por la vida ensimismado que nos olvidamos de reconocer el esfuerzo y los logros de los demás!
En las últimas dos semanas he buscado oportunidades de animar a otros profesores y colegas y he notado la diferencia que unas palabras de ánimo hacen incluso en personas altamente calificadas y con años de experiencia en su vocación. No importa la educación o aparente éxito de la persona, todos necesitamos ánimo. Es muy sencillo encontrar las faltas en los demás o enfocarnos en lo que tenemos que mejorar, pero también es importante valorar lo que ya tenemos y hacemos y de la misma manera afirmar a los que nos rodean. Unas simples palabras de ánimo tienen mucho peso y nos refrescan el alma.
La Biblia dice en 1 Tesalonicenses 5:11 “anímense y edifíquense unos a otros”. Debido a que Jesús murió y resucitó por nosotros siempre viviremos junto con El y esta esperanza nos motiva a seguir adelante con una perspectiva adecuada de la vida. Los cristianos somos optimistas no por ingenuos sino por quién es y qué ha hecho Cristo por nosotros.
Todas las personas que se crucen por su camino necesitan una palabra de aliento. Si se detiene y los anima, no le tomará mucho tiempo, pero marcará una diferencia en esas personas. ¿A quién puede animar hoy?